No será una historia con un final feliz

El matrimonio forzado de Credit Suisse y UBS puede ser el principio de la crisis.

Sin lugar a duda hemos presenciado un evento histórico. La fusión de los dos bancos más grandes de Suiza, orquestada por los reguladores en tan solo unos días, con un due diligence express hecho sobre las rodillas, y con la presión de tener que hacer el anuncio el domingo por la noche, antes de que los mercados financieros abrieran en Asia. Una transacción que valuó a Credit Suisse en un poco más de 3,200 millones de dólares, cuando su capitalización de mercado el viernes anterior era de casi 8,000. Un matrimonio a la fuerza que la prensa anglosajona capturó perfecto en una frase: shotgun marriage. En los próximos años las universidades escribirán casos de estudio sobre esta operación.

La víctima inicial de estos acontecimientos es la reputación de Suiza como capital financiera del mundo. Si una institución como Credit Suisse, con más de 160 años de historia, puede despararecer en un fin de semana, entonces cualquier cosa es posible. La marca “Suiza” como capital de la estabilidad y de la solidez financiera ha sufrido un duro golpe de realidad. En su mejor momento, Credit Suisse llegó a valer 100,000 millones de dólares. Toda una demostración de cómo destruir valor. 

Existen múltiples razones para pensar que este matrimonio a la fuerza entre Credit Suisse y UBS eventualmente pudiera fracasar. Cualquier lector que haya estado involucrado en procesos de M&A sabe que un buen due diligence no se hace de la noche a la mañana, y aun más tratándose de entidades financieras altamente complejas, con operaciones en múltiples jurisdicciones. Solo Dios sabe la combinación de activos y pasivos financieros que resultará de esta transacción.  Es obvio que lo importante era casar a los novios lo más pronto posible para dar un mensaje de estabilidad y ganar tiempo. Sin embargo, el gobierno suizo acaba de crear un Frankenstein que representará un mayor riesgo sistémico que el primero, tanto para Suiza como para el mundo. El nuevo UBS tendrá que vender activos financieros rápidamente para limpiar su balance y deshacerse de cualquier sorpresa tóxica que pueda venir escondida bajo el vestido de la novia. Nadie sabe las consecuencias inesperadas de las que podamos ser testigos en las próximas semanas o meses.

Una de esas consecuencias inesperadas se dio unas cuantas horas después de haberse anunciado la transacción, cuando inversionistas se dieron cuenta de que el orden natural de las cosas había sido trastocado: Los inversionistas de capital recuperaron parte de su inversión, mientras que los tenedores de bonos conocidos como convertibles contingentes, o CoCos (AT1), perdieron todo. En cuestión de horas esto causó que el precio de estos bonos AT1, que refuerzan las reservas de capital de un banco en tiempos de crisis, se volvieran más caros para los prestamistas de forma inmediata, ya que sus tenedores ahora exigen mayores rendimientos por el repentino incremento en riesgo. En otras palabras, los bancos ahora pagarán más para financiarse, lo que aumenta la probabilidad de que a su vez se restrinjan o encarezcan los préstamos a sus propios clientes. PIMCO, uno de los fondos de inversiones más grande en Estados Unidos, ha reportado pérdidas de más de 340 millones de dólares en este tipo de bonos AT1.

Como en cualquier proceso de M&A, el éxito de esta transacción dependerá mucho de la forma en que se realice la integración de las dos entidades. La integración es un proceso complejo debido a una variedad de factores. Las empresas involucradas en una fusión a menudo tienen diferentes culturas, valores y formas de hacer negocios. Estas diferencias pueden generar conflictos operativos, estratégicos, y de gestión durante el proceso de integración. Las fusiones y adquisiciones siempre involucran complejidad, al tratar de integrar múltiples unidades comerciales, sucursales, tecnologías, y portafolio de productos. Casi siempre en un proceso de integración surgen sorpresas inesperadas. Si esto es complicado cuando los due diligence son realizados con el debido tiempo, podemos imaginar cómo se incrementan estos riesgos cuando el due diligence se hace en un fin de semana. Esto además de considerar que, hasta el viernes, ambas empresas eran competidores.

Las integraciones casi siempre quitan foco de la operación y distraen a los empleados de su día a día, generando ineficiencias que muy frecuentemente tienen impacto negativo en la rentabilidad del negocio. A eso habrá que sumar los enormes costos financieros y legales de ejecutar esta transacción, más los costos futuros de tratar de homologar procesos, sistemas y gente. Está ampliamente documentado que muchas transacciones de M&A no logran los resultados esperados. Una estadística muy citada es que entre el 70 % y el 80 % de las fusiones y adquisiciones no cumplen con la totalidad de los objetivos planteados. Aunque la definición de éxito puede variar caso por caso, en general son una minoría las transacciones que verdaderamente alcanzan la creación de valor esperada por los accionistas.

Los Bancos Centrales tendrán el dilema de continuar con las subidas de tasas de interés para contener la inflación o hacer una pausa para evaluar hasta qué punto la volatilidad y la incertidumbre podrían frenar los préstamos y llevar a la economía a una recesión. Las autoridades financieras están perdiendo flexibilidad en una coyuntura de inflación y desaceleración. Tasas de interés más altas y condiciones financieras más astringentes en todo el mundo seguramente tenderán a restringir el crédito en lo que resta del año. Algunos analistas apuntan a que, después del evento de Credit Suisse, las probabilidades de recesión global en 2023 se han incrementado en más de un 50%.

Es un hecho que el shotgun marriage del fin de semana no es la medicina mágica que pondrá fin al riesgo de crisis en el sector financiero global. Este año veremos los efectos reales de la repentina subida de tasas de interés de los últimos doce meses. Considero que seguramente veremos a otras instituciones financieras entrar en problemas en las próximas semanas y meses. Lo que nadie sabe es si el tamaño de la crisis será manejable o se saldrá de control. UBS ya tuvo que ser rescatado hace una década en el contexto de la crisis financiera global de 2008. Ahora fue el turno de Credit Suisse. ¿Tendrá el gobierno suizo la pólvora necesaria para salvar a su sector financiero en la siguiente crisis? ¿O la tercera será la vencida? 



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